PRÓLOGO

Prefacio
Hablemos de privilegios
Suena enrevesado, lo sé, pero es que yo soy un poco enrevesado a veces, y la vida también lo es, sino, no sería vida.
Si usted tiene en sus manos ahora este libro, o en su defecto lo está leyendo digitalmente, probablemente pueda ser porque tiene curiosidad de descubrir cuál es el algo de su todo, o incluso al revés, qué explicación encontrar para el todo en el que ahora mismo se encuentra inmerso ese algo en su vida.
Es posible también, por qué no, que haya sido lector o lectora de mis anteriores obras, enmarcadas en un contexto deportivo, en un contexto motivacional, no tan alejado de éste en el que acaba de introducirse, pero sí diferente, sí desviado de ese matiz competitivo que podrían reflejar Mejorar es Posible o Empacho de Running, reeditadas posteriormente por Editorial Dauro bajo los nombres de Running, tu terapeuta de confianza y Running, el elixir de la juventud. Y si es ese el motivo, a buen seguro que espera una lectura parecida a aquellas, y ahora mi particular objetivo es poder sorprenderle. Y es que la vida no la concibo sin emociones, no la concibo sin matices, no la concibo sin diferencias, y este, mi tercer hijo nacido entre letras, acentos y párrafos, es un hijo mucho más íntimo y con una personalidad muy particular y diferenciada, que lo aleja sobre manera de sus otros dos hermanos. También es cierto que este nace en un momento de mi vida totalmente diferente, que en nada se parece al de antaño, y eso queramos o no, queda reflejado en esta obra.
Desde luego, y de cualquier forma, estaremos de acuerdo en afirmar, que dicha excusa, sea cual sea, es un buen punto de partida para comenzar la lectura de este libro, pero al igual que en otras muchas cosas de la vida, no es la única, ni tan siquiera la más interesante.
Les propongo un reto, y es que la lectura en sí de este manuscrito será todo un desafío para muchos de ustedes. Lejos de buscar escribir un best-seller, que es algo totalmente imposible para mí. Lejos de querer hacer un libro que llegue a muchas estanterías de hogares y bibliotecas, que siendo realista sé que no ocurrirá, se me ocurre, que quizás la mejor forma de llegar a muchas personas, sea ir dejando píldoras, capítulos, experiencias, cada cierto tiempo, aprovechando las oportunidades que la era digital, el formato web y las redes sociales, hoy día nos brindan, y desde ahí, desde esa perspectiva, me animo a empezar con ustedes este camino en vuestra compañía.
Situemos nuestro punto de encuentro en un lugar común, en aquel desde el que yo ahora mismo emocionalmente estoy escribiendo estas palabras, para a partir de ahí, iniciar este camino de descubrimientos y sensaciones juntos, con la única salvedad de que habrá un momento que dejaremos de ir de la mano, pues cada cual ha de seguir su propio sendero en la vida. Qué les parece si ese punto de encuentro lo ubicamos en algo que ambos compartimos en este instante (al menos en el momento en el que quien les habla, está escribiendo estas palabras), la vida.
Se han parado a pensar alguna vez que tenemos una vida, que estamos vivos, que somos seres humanos con sentimientos, emociones, pensamientos, con capacidades para tomar decisiones, etc. Bien es cierto que no todos estamos dentro de estas capacidades al mismo nivel, pero en esas cuentas nunca caemos porque entre otras cosas estamos más preocupados de resolver nuestra vida exitosamente y salvar nuestros propios obstáculos, como para encima estar pendientes de la vida y dificultades de los demás. Pero entienden lo que quiero transmitirles, son capaces de visualizar ese punto de encuentro del que les hablo. Vamos por un instante a situarnos en él, de la mano, pegaditos, no se preocupen que prometo iniciar este largo camino junto a ustedes, y estar ahí para lo que necesiten de mí, que no es más que lo que siempre procuro hacer con quienes me rodean y aprecian, con mis pacientes cada día en mi consulta, con mis amigos cuando me necesitan, con mis hijos, con mi pareja, conmigo mismo cuando me siento perdido.
Por qué hablar del privilegio de la vida, por qué partir desde ahí, que tiene de particular o especial. Quizás para poder entender esto haya que comprender primero que significa tener un privilegio. Y es que como me dijo una vez mi amigo Pablo José de Stexhe Nestares, la “a” siempre va delante de la “b”, frase que como podrán comprobar para mi persona significó mucho en ese momento (es por ello que aparece aquí reflejada), y que desde entonces aplico en muchas de mis sesiones de terapia y coaching.
Hablemos pues de privilegios…
Esta es una pequeña historia que te sorprenderá y que fue relatada por el periodista Nathan W. Pyle del portal Web Buzzfeed. Se trata de la historia de un profesor de instituto que decidió enseñar a sus alumnos lo que era el significado del privilegio, así que preparó para ellos un sencillo ejercicio con el que dar comienzo a la lección de ese día, que sin duda, sería una lección difícil de olvidar para muchos de esos alumnos.
Para llevar a cabo el ejercicio, el profesor solo necesitó de un par de hojas de papel en blanco y un basurero, y repartió entre todo el alumnado dichas hojas, con la única instrucción de que las arrugaran e hicieran una bola con ellas. A continuación, el profesor se dirigió hacia el lugar donde se encontraba la papelera y la trasladó hasta el centro del aula, bajo la pizarra y frente a ellos, concretamente justo delante de todos los alumnos, quienes estaban sentados en sus sitios habituales repartidos por toda la clase, fila tras fila, al modo clásico preestablecido en la mayoría de las aulas escolares.
Hay diferentes versiones sobre esta historia, así que yo voy a quedarme con aquella que mejor ejemplifica lo que quiero contarles. Este profesor retó a sus alumnos con la siguiente tarea “Ustedes pueden aprobar mi asignatura sin necesidad de estudiar ni hacer examen alguno, y para ello sólo han de conseguir encestar las 2 bolas de papel que han hecho con las hojas que les he dado, dentro de la papelera situada bajo la pizarra. Todos tienen la oportunidad de conseguirlo y liberarse de la presión y exigencia de estudiar una de las asignaturas más complejas del curso. Nadie podrá levantarse de la silla para poder lanzar las bolas, esa es la única premisa que les pongo, y no hay opciones a repetir tirada, solo tienen esas 2 bolas y esas 2 oportunidades”.
Inmediatamente, los alumnos que se encontraban sentados al final del aula comenzaron a protestar, por lo que entendían era una situación de desigualdad manifiesta, y es que era obvio que cuanto más atrás, más difícil se hacía poder cumplir la misión o reto encomendado por el profesor. Aun así, todos comenzaron a lanzar sus bolas y muchos, pero no todos de los que estaban sentados en las primeras filas, consiguieron encestar en las 2 ocasiones, mientras que apenas si hubo alguna persona suelta de las sentadas al fondo que pudo lograr encestar una sola de las bolas, pero en ningún caso ambas. En el fondo no era algo extraño, más bien todo lo contrario, era lo que se esperaba que sucediera, y así fue.
El profesor, tras el lógico alboroto que generó su “lección”, y una vez que todos los alumnos habían lanzado ya sus 2 bolas ante los ánimos y aplausos del resto de compañeros/as, se dirigió a éstos para decirles lo siguiente “Cuánto más cerca estaban de la papelera, más fácil lo tenían para poder encestar. Esto es sencillamente el concepto de privilegio. ¿Se dieron cuenta de que solamente se quejaron los que están al fondo del aula? Por otro lado, la gente de delante era menos probable que se diera cuenta de su privilegio, puesto que sólo veían la corta distancia entre ellos y su meta. No sé si son conscientes de ese privilegio, no sé si lo han valorado, no sé si lo han sabido aprovechar, pero lo único cierto es que algunos de ustedes lo tenían y aun así no han conseguido superar el reto. Quizás si volviéramos a repetir esta actividad, quizás si antes de lanzar fueran conscientes de que estaban en posesión de dicho privilegio, quizás y solo quizás, en esta otra ocasión sí lo lograrían”.
El profesor fue un poco más allá en su valoración y les hizo ver a todos sus alumnos que han de saber aprovechar el privilegio que tenían, que en esta situación que les he relatado, no era otro que el de poder tener la oportunidad de estudiar, de formarse en pro de una opción laboral de futuro. Un privilegio del que otros muchos no gozan, o no al menos con las mismas oportunidades que los demás.
Y añado yo una valoración personal a todo esto. ¿Acaso no piensan ustedes que muchos de los alumnos que estaban sentados en las filas de atrás no lo habrían logrado, no habrían encestado las 2 bolas, si estuvieran sentados en las primeras filas? Estamos de acuerdo en que la respuesta es SI.
Y ahora les doy yo a ustedes esas 2 hojas de papel en blanco y les reto a que hagan de ellas su particular bola arrugada y sitúen una papelera imaginaria frente a las mismas, y les pregunto: Son conscientes de en qué fila están, son conscientes de cuál es el privilegio del que les hablo y que compartimos en este momento, son conscientes de que ambos tenemos una vida, y solo una, para exprimirla al máximo y para aprovechar cada uno de los segundos que ella nos regala, son conscientes de que este momento que ahora están viviendo no volverá a ocurrir, son conscientes de que el privilegio está en vivir el presente, estar en las primeras filas, y no atrás (pasado) o muy por delante (futuro) -desde ambas posiciones les aseguro que es casi imposible poder vivir con coherencia y plenitud-. Y es que amigos míos, somos personas privilegiadas, al menos en la mayoría de los casos, y nos empeñamos en hacer de nuestras vidas un camino continuo de lágrimas, envidia y desesperación, del que otros muchos que no tienen el privilegio de tener una vida saludable o duradera, se estarían quejando o se quejan, con toda la razón del mundo.
Y ahora que ya conocen el punto de encuentro en el que les he citado, ¿están dispuestos a partir de la mano conmigo hacia lo que será a buen seguro una experiencia personal y transgresora? Y es que no les voy a engañar, y quienes me conocen personal o profesionalmente lo saben, caminar junto a mí no será fácil, probablemente les sitúe en distintos momentos frente a muchos de sus miedos, probablemente tropiecen en más de una ocasión durante el devenir de este camino. Pero si queremos llegar al final del mismo, ningún miedo ni ningún tropiezo podrá frenarnos o hacernos parar más tiempo del estrictamente necesario. Me entienden, ¿verdad? El miedo, como dice mi colega Juande Salinas, sólo paraliza, pero no genera nada constructivo, ni podrá generarlo nunca.
Vamos pues a iniciar ya este camino, y vamos a hacerlo desde mi propio caminar… ¿me acompañan?