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Capítulo 4:

Celebra la vida

El Capítulo 4: Celebra la vida es una reflexión profunda y emocional sobre la importancia de vivir con sentido, resiliencia y actitud positiva, incluso en medio de la adversidad. Comienza con una inspiradora canción de Axel que invita a valorar cada instante de la vida, y continúa con una serie de fábulas, reflexiones y vivencias que exploran el poder del cambio personal y la reinvención. A través de historias motivadoras como la de la rana sorda o el anciano con su burro, el capítulo destaca la necesidad de no dejarse influir por el juicio externo y de tomar decisiones alineadas con los propios valores.

Este texto ofrece herramientas psicológicas, referencias a estudios y ejemplos reales que invitan al lector a cuestionarse, tomar el control de su vida y celebrarla con autenticidad. Ideal para quienes están en un proceso de transformación personal.

Ilustración de un hombre de espaldas con los brazos abiertos en un campo

No sé si soñaba,
No sé si dormía,
y la voz de un ángel
Dijo que te diga: Celebra la vida.

– Axel

Piensa libremente,
Ayuda a la gente,
y por lo que quieras
Lucha y sé paciente. 

Lleva poca carga
A nada te aferres
Porque en este mundo,
Nada es para siempre.

Búscate una estrella
Que sea tu guía,
No hieras a nadie
Reparte alegría. 

Celebra la vida, celebra la vida,
Que nada se guarda
Que todo te brinda.
Celebra la vida, celebra la vida,
Segundo a segundo y todos los días.

 y si alguien te engaña
Al decir «Te Quiero»,
Pon más leña al fuego
y empieza de nuevo.

No dejes que caigan
Tus sueños al suelo
Que mientras más amas
Más cerca está el cielo.

Grita contra el odio
Contra la mentira,
Que la guerra es muerte,
y la paz es vida.

La fábula de la rana sorda y el poder de no rendirse

Un grupo de ranas campaba por el bosque, de un lado para otro, saltando y saltando, en su particular mundo… se acababan de conocer e iniciaron un paseo juntas por los entresijos de ese bello paraje, cuando de repente, dos de ellas cayeron en un pozo profundo, alcanzando el fondo del mismo.

Las demás ranas, ante la situación que acababa de producirse, se reunieron alrededor del pozo y, cuando vieron lo profundo que era, les dijeron a las ranas que cayeron, que era imposible salir y debían darse por muertas, por más que lo sintieran, pero era imposible para ellas poder salir de ahí y además no podían ayudarlas de ninguna manera factible a que así fuera.

Sin embargo, las dos ranitas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas, no paraban de saltar, de intentar apoyarse de un salto a otro en las paredes del frondoso pozo, una y otra vez, una y otra vez, sin descanso alguno.

Las ranas de fuera les decían que esos esfuerzos eran inútiles, que nunca podrían salir, llorando por sus compañeras, pero resignadas a su suerte, las animaban a dejarse llevar por la situación y a no morir extenuadas por el inútil esfuerzo.

Una de las ranas atendió a lo que las demás decían, dejó de esforzarse, se dio por vencida y pasado un tiempo murió. La otra ranita, sin embargo, continuó saltando con tanto esfuerzo como le era posible, no se rendía pese a todo lo que estaba sucediendo, ni tan siquiera cuando vio cómo su amiga de suerte había fallecido por desidia y resignación. El resto de ranas, desde lo alto del pozo, y en tierra firme, le gritaban desesperadas, que era inútil, que dejara ya de luchar, pero la rana seguía saltando, cada vez con más fuerza, cada vez con más recursos para buscar formas alternativas de conseguir lo que a ojos de todas ellas parecía un imposible.

Y efectivamente, tanto ahínco, tanto esfuerzo, dio sus frutos y la ranita finalmente consiguió salir del pozo ante la atónita mirada del resto de compañeras, quienes no se podían creer lo que había pasado, a la par que no dejaban de abrazarla y llorar de la alegría.

Recuperadas ya todas de la emoción, y sobre todo recuperada la ranita protagonista de esta fábula, de su esfuerzo y sacrificio, las otras ranitas le preguntaron: ¿Acaso no escuchabas lo que te decíamos? ¿Por qué no dejaste de intentarlo si era imposible salir de ahí?

Fue en ese momento, cuando todas se dieron cuenta de que la ranita protagonista de esta hazaña era sorda, y no había escuchado nada de lo que las otras ranas le decían. Es más, y en propias palabras de la ranita, ésta, les explicó que era sorda y que creía que las demás la estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco.

Y es que a veces, una voz de aliento a alguien que se siente desanimado puede ayudarle a salir de su particular pozo…

De sus profundidades, porque no siempre desde arriba las vistas son las mejores, pueden ser las más bonitas, -te lo compro-, pero no tienen por qué ser las más certeras o realistas, y es que también es necesario en ocasiones tocar fondo para poder remontar y levantarse con más fuerza si cabe, o para reinventar otras mil maneras de hacer las cosas y así conseguir el éxito.

Igual que la ranita sorda creyó que le animaban, y por eso saltó más alto… muchas personas logran cambiar sus vidas no porque el mundo les diga que pueden, sino porque deciden no escuchar al mundo cuando dice que no.

La vida no es justa, ni sencilla, ni lineal. Pero en su complejidad también habita la posibilidad. Como dijo Viktor Frankl, “cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, estamos desafiados a cambiarnos a nosotros mismos”.

Introduzco aquí un concepto sobre el que me voy a detener en varias ocasiones en este libro, sin ir más lejos comandará el título del siguiente capítulo: reinventarse.

El miedo, la frustración, el fracaso, sólo harán que nos detengamos, que nos paralicemos, que dejemos de luchar, como le pasó a la ranita de nuestra historia. Pero sólo desde la interpretación correcta de esos “supuestos fracasos”, estaremos más cerca de llegar al éxito.

Tenemos ejemplos de esto que les comento en grandes personajes históricos, como Thomas Alva Edison “No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”.

No dejes que las voces ajenas te detengan

¿Cómo dejas que te influya lo que te dice tu entorno?

Por el lado contrario, no olvidemos que una palabra negativa puede acabar por destruir a aquella persona que se encuentra en las profundidades sin encontrar la forma certera de salir de ahí. Tengamos pues mucho cuidado con lo que decimos, pero sobre todo con lo que escuchamos. Lo cual me lleva a una reflexión: ¿Cómo dejas que te influya lo que te dice tu entorno?

Yo en particular he tenido que caer más de una y cien veces en el fondo, al menos en distintos fondos, para darme cuenta de que es por mí y por nadie más, por quien he de luchar y vivir, porque me aferro a la vida, pese a todo y pese a todos, porque como dice la canción “celebro la vida”, ya que considero que es un bien preciado que no puedes dejar escapar sin más, no es justo, no lo es para otros muchos que quisieran tenerlo, o al menos tenerlo en unas condiciones de salud y sociales dignas, y no pueden tenerlo. ¿Voy a ser yo quien tire ese bien preciado a la basura? Ni mucho menos, yo elijo VIVIR, y celebro VIVIR.

De verdad ustedes piensan que debemos vivir la vida que los demás quieren que vivamos, o consideran más oportuno vivir la vida que cada uno quiere vivir. Ojo, siempre hablo desde un sentido de respeto hacia los demás, y con un cumplimiento de unas normas mínimas de convivencia sociales lógicas, no confundamos la libertad con el libertinaje.

Es duro, créanme que lo es, elegir la opción de vivir es de las decisiones más duras que he tenido que tomar en mi vida, pues entre otras cosas supone despojarse, desprenderse de cosas y personas que están unidas a tu vida, a veces irremediablemente por y para siempre, y otras puntualmente, pero con un valor emocional muy profundo.

Y es ahí donde radica el principal problema, hasta qué punto uno está dispuesto a soltar lastre. He conocido tantas historias llenas de desdicha diaria por no saber, ni querer soltar lastre… por pensar que navegar con ese lastre siempre será mejor que despojarse de él. Al final es el miedo el que te lleva muchas veces a no atreverte, y en el no atrevimiento está probablemente una de las peores decisiones que como personas podemos tomar en nuestra vida, la de no ser felices.

Hay veces que el viento no nos lleva en la dirección que deseamos y cuando aparecen los problemas o los bloqueos nuestra actitud se sitúa en una altitud poco saludable, demasiado costosa para nuestra capacidad de “sufrimiento y esfuerzo”.

En estas situaciones, tener la capacidad de dejar ir, de dejar pasar todas las sensaciones negativas, es fundamental para el cultivo de nuestra actitud. Es evidente (aunque a veces lo olvidemos), que no podemos cambiar la mayoría de las cosas. Lo único que sí podemos cambiar es nuestra actitud, nuestra forma de responder a lo que nos ocurre. No podemos cambiar “el mundo”, pero sí que podemos cambiar “cómo nos sentimos en el mundo”. Aprender a interpretar que todo lo que nos pasa es por algo, es la mejor de las actitudes, al menos la más valiente, y desde la valentía casi siempre tendrás más opciones de ganar que de perder.

Y ahora es cuando más de un lector estará pensando en voz alta aquello que viene a decir que de valientes están llenos los cementerios, y puede que así sea, pero no hay peor entierro que el de morir en vida, o al menos ese es mi punto de vista, perdóneme usted lector, si no coincidimos en ello, pero por mi dilatada experiencia profesional, estoy más que convencido de esta afirmación.

El arte de reinventarse: ¿Qué significa realmente?

Y es ahí, justo en este punto de inflexión vital, cuando nace el concepto de reinventarse.

La psicología ha estudiado mucho qué sucede cuando tenemos que reinventarnos, especialmente en una era como la actual, llena de estímulos, opciones, promesas de éxito y caminos por explorar.

Una investigación ya clásica de Iyengar y Lepper (2000), conocida como el experimento de las mermeladas, es profundamente reveladora. A los consumidores de una tienda se les ofrecieron dos opciones: un stand con 24 sabores de mermelada, y otro con solo 6. Curiosamente, aunque el stand de 24 llamaba más la atención, la gente compraba y se sentía más satisfecha cuando solo tenía 6 opciones.

Lo que demuestra este estudio es que cuantas más opciones tenemos, más difícil nos resulta elegir y más insatisfechos quedamos con la elección final.

Atreverse a elegir una opción y comprometerse con ella

¿Cómo aplicamos esto a nuestra vida?

¿Cómo aplicamos esto a nuestra vida? Reinventarse no es tener claro un plan maestro. Es atreverse a elegir una opción y comprometerse con ella, aunque no sepamos si es perfecta. Porque el verdadero cambio no viene de hacerlo todo bien, sino de hacerlo “de verdad”.

Yo elegí hace tiempo ser valiente, ser coherente, pese a las enormes dificultades que la vida me ha puesto en frente. Y en qué bendito momento decidí hacerlo, ojalá lo hubiera hecho antes. Ahora vivo, me siento vivo y estoy vivo, las 3 cosas, porque elegí hacerlo de verdad. Sobre todo, huyo de personas tóxicas, de gente envidiosa y de aquellos que desde su miedo y abnegación intentan contagiarte para no seguir avanzando. Hay que avanzar, hay que subir, hay que ganar altitud, para cambiar el prisma con el que miras las cosas, y sólo desde ahí, poder tomar decisiones, al menos diferentes, mejores o peores, eso dependerá de otros muchos factores, pero a buen seguro, diferentes. Y sólo así, desde lo diferente, podrás obtener resultados distintos en tu vida.

Si siempre hacemos lo mismo, siempre obtendremos lo mismo. Si siempre nos alimentamos de lo mismo, inevitablemente siempre evacuaremos las mismas cosas. ¿Qué aburrida una vida donde siempre ocurre y hacemos lo mismo, no les parece?

Tenemos la oportunidad de reinventarnos, de volver a empezar desde cero, y eso solo depende de cada uno de nosotros, de querer hacerlo. Es difícil, lo sé, pero es gratificante, y también lo sé.

Fue Charles Darwin quien lo dijo: “No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor responde al cambio”. ¿Pero cómo sobrevivir cuando las variaciones son bruscas e inesperadas? En la actualidad buscamos respuestas incesantemente. Es lógico. Vivimos un periodo de grandes transformaciones. Y para sobrevivir, son muchos los que ya no tienen otro remedio: necesitan reinventarse.

Y es en esa capacidad de adaptarse al cambio, a las dificultades, como decía Darwin, donde está la clave del éxito.

Volver a vivir desde otro lugar

El arte de adaptarse en tiempos inciertos

Pero reinventarse no es solo sobrevivir. Es volver a vivir desde otro lugar. Es resetear. Es tomar lo aprendido y hacer algo distinto con ello. Es construir nuevas alas para nuevos vuelos.

Y es que la vida nos está dando en los últimos años toda una lección de supervivencia. Esta pandemia que sobrevino al comienzo del año 2020 llamada covid, y que se ha extendido con multitud de variantes desde entonces, ha venido a ejemplificar de una manera evidente algo que a mi modo de ver, se nos había olvidado a la mayoría: no somos nada.

Es en esa capacidad de adaptarse al cambio, a las dificultades, como decía Darwin, donde está la clave del éxito, al menos del éxito personal. El dinero no lo es todo, lo material no sirve de nada ante elementos y circunstancias tan dañinas como ha sido y es el covid. Esta masacre no ha entendido de riquezas, clases sociales o éxitos particulares. Esta pandemia nos ha demostrado lo tremendamente débiles que somos y lo expuestos que estamos ante esa debilidad. Pero también nos ha traído de manifiesto lo peor de la condición humana, el después. Y es que el miedo y el egoísmo han sido protagonistas de nuestro ser a raíz de la aparición del covid. Vivir con miedo al contagio, a contagiar, a la muerte o a estar gravemente hospitalizado o confinado, han formado parte de nuestra vida cotidiana. Pero también lo ha sido el egoísmo por vivir por encima de todo y de todos, pero de una forma mal entendida en muchos momentos. Ahora me importo yo, y solo yo. Queremos vivir la vida al máximo, sin importar cómo pueda repercutir eso en los demás, o al menos en gran parte de esos demás.

Son continuos los casos de pacientes que llegan a mi consulta con múltiples secuelas emocionales y conductuales que han sobrevenido a raíz de esta pandemia, que estaban antes ocultas, escondidas, como desaparecidas, y que ahora son el factor predominante en muchos casos en el patrón conductual de la persona. El covid nos ha dejado muy lastrados personal, emocional y socialmente hablando, pero yo me pregunto ¿hemos aprendido la lección?

Todo esto no ha hecho más que evidenciar la importancia de reinventarse, de adaptarse, de poder ser cambiante y a la vez eficiente, si las circunstancias en tu vida vienen mal dadas.

Valentía, conciencia y el arte de empezar de nuevo

Pero lo cierto es que hacerlo es algo verdaderamente difícil. Supone en muchos casos dejar de lado quién hemos sido hasta ahora y afrontar cambios radicales. Y no solo eso. En el camino también habrá que superar miedos, replantear ideas, conceptos, transformar objetivos, estructuras, comportamientos… Es ciertamente un reto complicado, pero es eso, un reto, así que lancémonos a por él sin dudarlo un segundo.

Como bien dice el doctor Mario Alonso Puig en su libro “Reinventarse. Tu segunda oportunidad”, Reinventarse no significa cambiar quién se es, sino cambiar la forma de ser y de estar en el mundo. Para ello, uno ha de salir de su zona de confort, de su ámbito conocido y familiar. Esto genera en las personas un intenso miedo y con frecuencia una gran angustia”.

Y es que hay que echarle un par de bemoles muchas veces para llegar a este punto, o al menos a la conciencia de que es necesario reinventarse. Hacen falta grandes dosis de valentía y humildad para poder comenzar con un proceso como este, de ahí que lo más importante, donde tenemos que centrar nuestro foco, es en el cambio de mentalidad. De ahí que reinvención y crecimiento interior vayan unidas de la mano, casi que la una no puede darse sin la otra, y viceversa.

Pero no para todo el mundo es igual de sencillo, ni tan siquiera lo es en la mayoría de los casos. Se da el caso de personas que, como yo, casi que nos atrevemos con todo (incluso con escribir un libro), por lo que otra cosa más, no deja de ser eso, otra posibilidad de descubrir y sentir cosas diferentes. Para otros, sin embargo, la reinvención puede ser una cuestión de motivación, de una oportunidad a la vida, a su vida, dentro de un caos de incertidumbre o anhedonia en el que se hayan inmersos.

Volver a empezar ocasiona un cambio muy importante en la propia mentalidad. El impacto psicológico es muy positivo porque se es mucho más consciente de los verdaderos talentos y capacidades que se tienen. Esto se traduce en un gran aumento de la confianza en uno mismo, que es uno de los elementos clave de cualquier éxito. Es un método alternativo de autoanálisis y autocrítica que termina dando sus frutos, pues te hace crecer y ser mejor en el tiempo.

El propio cirujano Puig, destaca que no todo el mundo podrá llegar a un punto de reinvención sin haber experimentado antes en su interior una especie de “click” que le motive a ello. Él llama a esto, el punto de insatisfacción inspiradora. Es decir, ese punto donde alguien descubre la absoluta necesidad de cambiar porque ya no se puede seguir como antes, o ese punto donde alguien siente la inspiración de llevar su vida a otro nivel. Si no se llega a ese punto, es raro que se produzca la reinvención. Pero lo único cierto es que al final, todos tenemos que ser conscientes de que, si no tomas tú la decisión de salir adelante, no vas a salir, ni nadie va a hacerlo por ti. El azar aquí no existe, ni las casualidades tampoco.

Vivir sin permiso: la reinvención como acto de valentía

El verdadero cambio no es perfecto, es honesto

Si has llegado hasta aquí, te propongo algo muy sencillo. Coje lápiz y papel. Escribe 3 cosas que aún quieras hacer antes de morir.
3 cosas que no te puedes permitir abandonar o dejar en el olvido de tu vida.

Repítete, al terminar de escribirlas:

El tiempo no espera a nadie. Pero yo decido no esperar más.”

Porque la vida no es para entenderla, es para vivirla.
Y reinventarse es una forma valiente, bella y necesaria de seguir celebrándola.

¿Serías capaz de hacer ese listado? ¿Sabrías que 3 cosas elegir?

Han de ser cosas que de verdad desees. Plantéeselas desde el siguiente cuestionamiento: no puedo dejar esta vida sin haber hecho… sin haber ido… sin haber estado… sin haber conocido… sin haber probado… sin haber…

Yo mismo tengo en ese listado aún muchas cosas pendientes, pero es cierto que podré dejar este mundo tremendamente orgulloso de mi y de mis acciones, sí, leen bien, estoy muy orgulloso de todo lo que he hecho y construido, porque no puedo mediatizar mis acciones por sus consecuencias positivas o negativas. Al más puro estilo del conductismo operante, dichas consecuencias influirán en repetir esas acciones en un futuro o no, nada más, pero he vivido, y sigo viviendo, porque no dejo que nadie decida por mí, no dejo que nadie viva mi vida, no dejo de vivir porque los demás prefieran estar muertos en vida, allá cada cual.

Aún tengo lugares del mundo donde sé que debo de ir; aún tengo misiones personales que tengo que dejar terminadas; aún tengo vivencias desconocidas que quiero experimentar con mi pareja, con mis hijos, con algunas amistades; aún tengo proyectos de trabajo que me gustaría emprender; aún tengo libros por escribir; proyectos por dirigir; estudios por realizar; personas por conocer; “sí quieros” que decir…

Insisto pues para terminar este capítulo, en lo que entiendo que es el concepto de reinvención, pero aún más importante, en lo que entiendo no puede entenderse con reinvención.

Reinventarse no es por tanto una cuestión de tener claro un plan maestro. Es atreverse a elegir una opción y comprometerse con ella, aunque no sepamos si es perfecta. Porque el verdadero cambio no viene de hacerlo todo bien, sino de hacerlo “de verdad”.

Y al hilo de esta última reflexión, me viene a la cabeza otra historia que suelo contar mucho en consulta y en algunas de mis conferencias y talleres. Una historia que encierra una gran verdad sobre los juicios ajenos y cómo condicionan nuestras decisiones. Se trata de la fábula del “anciano, el niño y el burro”.

Un sabio anciano y su nieto caminaban junto a un burro. El abuelo iba montado y el niño caminaba. Unos aldeanos criticaron la escena:

–¡Qué desconsiderado! ¡Un viejo montado y el niño a pie!

El sabio, atento, bajó del burro y puso al niño arriba. Más adelante, otros les dijeron:

–¡Qué falta de respeto! ¡El niño montado y el abuelo andando!

Entonces ambos subieron. A lo que escucharon:

–¡Qué abuso! ¡Pobre burro, cargado con los dos!

Optaron por bajar los dos y continuar andando. Otros aldeanos, al verlos, exclamaron:

–¡Qué insensatos! ¡Tienen burro y van a pie!

Y es que amigos y amigas lectores/as, hagas lo que hagas, siempre habrá alguien que te critique. Por eso, vive tu vida según tus principios, no según las expectativas de los demás.

Reinventarse también va de eso: de desobedecer al entorno cuando tu alma necesita otra cosa.